Agujas puede leerse como un relato rapsódico en el que las escenas se encabalgan con la violencia alucinada de un sueño, o el reverso de un tapiz en el que todos los hilos que configuran la trama de una novela familiar se cruzan, se anudan, sobresalen y se deshilachan. Escenas que provocan, a su vez, temor y risa.